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Lo que realmente necesitamos para tener una familia feliz y equilibrada es comprender los atributos del Espíritu, como armonía, gracia y alegría, que no pueden dejar de enriquecer nuestra experiencia.
Al reflexionar sobre esa experiencia, que ocurrió hace décadas, me he dado cuenta de que la pregunta: “¿Qué haría Jesús?” —o, en otras palabras, “¿Cómo respondería Jesús?”— es una pregunta que podríamos hacernos en cualquier circunstancia.
Surgieron muchos desafíos, pero mi esposo y el practicista me apoyaron mediante la oración durante todo el embarazo, y una cosa quedó clara: nada podía tocar esta idea espiritual.
La función del bibliotecario es señalar el camino hacia el Cristo, la Verdad, la senda que conduce a la curación.
En lugar de pedirle a Dios que nos arroje un poco de bondad, es una alegría abrazar la presencia constante de Dios y su amor inquebrantable, inmutable e ilimitado.
Mi práctica diaria consistía en mantenerme cada vez más en la bondad de Dios y en todo lo bueno que veía expresado a mi alrededor, y verme a mí mismo como el reflejo de Dios.
Por eso, cada vez que era tentado a sentirme resentido, revisaba el pensamiento y lo reemplazaba con gratitud por el bien que mi aparente enemigo y la situación difícil le hacían a mi crecimiento espiritual.
Estaba completamente libre de ira, resentimiento, ansiedad y culpa. Solo sentía amor y perdón.
Cada uno de nosotros es necesario como reflejo individual y preciso de Dios, al completar Su totalidad.
Insistí en mantener mi pensamiento solo en Dios y lejos de la sugestión de que las destructivas fuerzas materiales tenían el control.